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domingo, 1 de enero de 2012

Empezando el año con un cuento

—Érase una vez, un niño nacido en un pequeño pueblo. Era perfecto, o eso su madre pensó. Pero una cosa era diferente en él: tenía un tornillo de oro en su ombligo. Sólo la cabeza de este asomaba.
Su madre simplemente estaba contenta de que tuviera todos los dedos de las manos y de los pies. Pero a medida que el niño creció se dio cuenta de que no todo el mundo tenía tornillos en sus ombligos, por no hablar de que fueran de oro. Le preguntó a su madre qué era, pero ella no lo sabía. A continuación le preguntó a su padre, pero su padre no lo sabía. Le preguntó a sus abuelos, pero no lo sabían. Lo dejo en paz por un tiempo, pero él siguió insistiendo. Por último, cuando tuvo la edad suficiente, cogió su atillo y partió, con la esperanza de que pudiera encontrar a alguien que supiera la verdad. Fue de un lugar a otro, preguntando a todos los que decían saber algo sobre cualquier cosa. Pregunto a las parteras y fisiónomos, pero no pudieron ayudarlo. Preguntó el muchacho a arcanistas, caldereros y a los viejos ermitaños que viven en el bosque, pero nadie había visto nunca nada igual. Fue a preguntar a los comerciantes Ceáldicos, pensando que si alguien sabia sobre oro, serían ellos. Pero los comerciantes Ceáldicos no lo sabían. Se dirigió a los arcanistas en la Universidad, pensando que si alguien sabía sobre tornillos y su funcionamiento, ellos serían. Sin embargo, los arcanistas no lo sabían. El muchacho siguió su camino sobre Stormwal a preguntar a las mujeres brujas del Tahl, pero ninguna de ellas pudo dar una respuesta. Con el tiempo se fue a ver al rey de Vintas, el rey más rico del mundo. Pero el rey no lo sabía. Fue al emperador de Atur, pero aún con todo su poder, el emperador no lo sabía. Se dirigió a cada uno de los pequeños reinos, uno a uno, pero nadie podía decirle nada. Finalmente el muchacho fue al Gran Rey de Modeg, el más sabio de todos los reyes del mundo. El gran rey miró de cerca la cabeza del tornillo de oro asomando por el ombligo del muchacho. Entonces el rey hizo un gesto y su senescal llevó una almohada de seda de oro. En la almohada había una caja de oro. El gran rey tomó una llave de oro de alrededor de su cuello, abrió la caja y dentro había un destornillador de oro. El gran rey tomó el destornillador y le indicó al muchacho que se acercara. Temblando de emoción, el muchacho lo hizo. Entonces el gran rey tomó el destornillador de oro y lo puso en el ombligo del muchacho. Entonces el gran rey giro con cuidado el tornillo de oro. Una vez: Nada. Dos veces: Nada. Luego lo giro por tercera vez y el trasero del chico se cayó.

Espero que al menos os haya entretenido. No puedo ofreceros mucho más hasta mi recuperación. Y a ver si alguien adivina su procedencia.

FELIZ AÑO