Truji ha vuelto

Sí he vuelto. Aunque he vuelto a casa, no a las batallas. Y he vuelto después de unos interminables 12 días en el hospital en manos del chamán curandero, que al enterarse durante la operación que mi sangre era sangre pura de la estirpe de los espartanos, no se atrevió a darme el alta hasta asegurarse de que estaba en condiciones. A los médicos y a las guapas ninfas que me suministraban toda clase de brevajes para apaciguar mis dolores les doy mis más sinceros agradecimientos.

También aprovecho para dar las gracias a los bomberos venidos con el pájaro de acero que se portaron muy bien; y a los señores de la ambulancia.

Y que decir de vosotros: Amigos aliados. Me quedo sin palabras al ver las muestras de apoyo que he recibido de todos vosotros. Me he dado cuenta de que entre nuestros aliados ya no hay enemigos, sinó todo lo contrario. Es en los momentos difíciles cuando se demuestra el honor del guerrero y habeis demostrado estar a la altura de los más grandes. Gracias de todo corazón, en especial a Mosquito, Isaias y Estarqui que fueron los que me socorrieron en primer lugar. A parte del apoyo de mi familia claro.

Y antes de ponerme más sentimental os contaré un poco los hechos:

Todo comenzó subiendo el Pla, como ya sabreis, donde empecé a encontrarme un poco mal. Pero sin hacer caso a esta advertencia divina proseguí con la ruta planeada. Y cuando llegamos a la maldita rampa, sin pensármelo comencé a bajarla . La verdad es que todo fue muy rápido. Primero perdí un poco el control; y es que creo que el camino estaba un poco más estropeado que otras veces que había bajado sin problemas. Pero pude recuperar el control, aunque no se si por intentar recuperar el control frené demasiado de delante o pinché, ya que la rueda quedó pinchada. Lo cierto es que salté por encima de mi corcel y con lo primero que di en el suelo fue con mi rodilla izquierda, como tantas otras veces y sin ningún otro rasguño. Y cuando miré a ver que me había hecho...OH NO! CREO QUE GRITÉ. Tenía un agujero justo bajo la rótula, del tamaño de una pelota de tenís y se me veía el hueso; al menos eso pensé yo. Luego supe que era el tendón rotuliano. Énseguida dejó de sangrar y más que dolor sentía pánico. Suerte que enseguida llegaron los bomberos y me hicieron volar hasta una ambulancia. Aproveché para fijarme en el territorio lo justo y así poder planear futuras batallas, aunque no vi mucho más que unas cuantas casas con sus piscinas.

Ahora por fin estoy en casa, con la rodilla inmovilizada, y con curas cada tres días. Pero espero no tardar mucho en cabalgar de nuevo.

Momentos de angustia

Y aquí os dejo algo que tenía preparado para nuestro segundo aniversario, el 31 de julio, pero por las circunstancias que todos sabeis, no se pudo celebrar como es debido: