Hacía mucha calor.
El viento parecía impulsado directamente desde un horno de Pitzzas a nuestra cara.
La ruta sólo podía ser cobijados bajo el follaje de nuestros bosques.
Entre las sombras de los abedules, las acacias y las secuoias autóctonas de la zona de Esparta.
Cerca de río, anhelando la humedad de sus orillas.
Por la cara sur de las montañas, a escondidas del astro rey Sol.
Se trataba de acometer la aventura con calma.
Con pulcritud, integridad y compostura.
Tranquilamente.
Gozosamente.
Disfrutando del entorno.
Dejándonos llevar por la poesía que nos inspiran nuestras tierras.
Pero había un aspecto al margen de la intención del Rey que había pasado por alto.
Un elemento discordante en esta sinfonía que a priori parecía magistral.
Un grano en el culo capaz de hacer del placer más divino, el mismísimo infierno.
Vicente estaba en esta formula perfecta.
Y Vicente está en estos momentos de la historia reciente a otro nivel.
El vive su propia realidad paralela.
El goza desde su prisma personal en un mundo paralelo.
Un mundo totalmente ajeno al impuesto por Mosquito.
Así que, una vez más, tocó sufrir como un perro que es apaleado.
Tocó sangrar por todos los poros de la piel.
Tocó jadear para seguir su ritmo.
Pero a pesar de la paliza, Vicente siempre pensó que estaban en modo relax.
Que su velocidad de crucero era digna para niños de entre 4 y 6 años.
Y es que este individuo, ya no conoce sus límites.
Ignora el de sus acompañantes y los somete a una sangría sin parangón.
En fin, habrá que seguir esperando días menos oscuros.
La ruta y el perfil...
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Algún día me mata...
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