Y es que de todos es sabido que en los últimos meses, Vicente ha sufrido una metamorfosis.
Ha pasado de Crisálida Betetera a Mariposón Ciclista.
Ha entrenado tanto y tan bien, que sus gemelos son ahora una extensión de las bielas.
El estudio biomecánico que se realizó recientemente le dio tantos datos técnicos sobre su morfología y la de su potro, que ahora se acoplan mutuamente de una manera nunca antes vista.
Así que se es capaz de salir un día sí y otro también, y hacer medias estratosféricas al alcance de Linterna Verde, Espíderman y pocos más.
Y claro, si uno ha mejorado, el otro, oséase, yo, no ha mejorado mucho en este último mes.
Más bien he empeorado al dejar de salir con la constancia que lo hacía, por motivos importantes que un Rey ha de cumplir.
Así que si juntamos a la Bestia Parda con el Osito Misha, pues ya tenemos la tortilla de patatas hecha.
Vicente como un tiro y perdiendo a Mosquito en algunos cruces, y Mosquito sangrando en vida por intentar, aunque sólo sea, acercarme un poco a la estela de fuego de Vicente.
Pero cuando uno no puede, no puede, y si bien al principio intentó estar a la altura de Vicente, el retorno al Castillo ha sido entre lágrimas de cocodrilo.
Pero lo importante, una vez más, haber realizado un magnífico entreno a una media nada despreciable por encima de los 18Km/h.
Además repitiendo la Transiberiana en su modo original, osea, con su bucle antes del almuerzaco.
Por supuesto, las trialeras de bajada eran territorio Vicentil, aquí ha disfrutado aún más que perdiéndome en cada rampa de la ruta.
La ruta y el perfil...
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Pasándolo mal.
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