De nuevo la soledad es mi mayor aliada de la jornada.
Mi súbdito Vicente, del que ya ni siquiera recuerdo el color de su cabello, me abandona por cuadro maderas y 3 baldosas.
Y es que el mantenimiento de nuestros palacetes da mucho trabajo.
Por tanto me lanzo al ruedo sin un objetivo claro.
Aunque con una pequeña idea de lo que podría hacer.
A medida que mi corcel se come las yardas de tierra bajo sus herraduras, mi alegría va in crecendo.
Disfruto de cada momento.
De cada olor.
De cada estampa.
No corro.
No me apresuro.
No me aprieto.
Las prisas no van conmigo.
Yo salgo a disfrutar del momento.
Retorno a mi hogar con una ligera sonrisa en mi rostro.
En Esparraguerus me encuentro a Álex de Surfer hincándose unas birras.
La vida son pequeños momentos que nos llenan el corazón.
Y cada cual elige el modo.
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Buena ruta.
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