Salíamos hoy con una consigna clara.
No subir mucho de pulso, no apretar, no forzar la máquina.
Vicente impuso la ley nada más comenzar, no estaba para apretones.
Incluso hizo algo fuera de lo lógico, casi paranormal.
Me hizo subir a sus dominios en lugar de bajar él a los mios, algo del todo impensable.
Así que, chino-chano, tranquilamente, parsimoniosamente, siguiendo la consigna del Vice-Almirante Vicente, ascendimos más allá de la Pastora.
Pero de repente, ve unos guerreros acercarse desde el flanco norte, y se le ilumina la lucecilla de Descubridor.
Decide retornar a Esparta por un camino que parecía sonarle de algo, de haberlo cabalgado en el pasado.
Mosquito, poco convencido con el giro inesperado, decide dar un voto de confianza a su gran amigo, y lo sigue hasta los avernos.
Bajamos por laderas imposibles, poco pisadas por los caballos, que ya hacían presagiar algo extraño en el itinerario.
Además, a medida que descendíamos en caída libre, nos acercábamos más y más a Terrasus, tierra enemiga.
Y Mosquito, aquí sí, tuvo que levantar la mano para hacer entrar en razón a Vicente, y retornar el camino andado.
Vicente no convencido del todo, pues querría haber seguido el sendero, dejó que la sabiduría de Mosquito lo embargara y aceptó la tarea de re-andar el camino.
Ese camino de retorno se hizo muy duro.
Las rampas de ascensión que antes bajamos alegres, ahora se convertían en paredes infinitas.
De esta manera, nuestro pulso se aceleró muy por encima de lo deseado por Vicente.
Acabamos sumando desnivel y esfuerzos no previstos para hoy.
Vicente había mostrado sus dos caras, la tímida y la desvergonzada.
La ruta y el perfil...
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De menos a más con Vicente Bipolar...
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